Cuando llegamos a la Pensión La Cuesta ya no estaba Armando, estaba otro compañero que no habíamos visto hasta entonces. Nos hubiera gustado despedirnos de él, otra vez será…
El recepcionista nos pidió un taxi para que nos llevara al aeropuerto. El taxista fue muy amable y su conversación muy amena.
Una vez en el aeropuerto fuimos a que embalaran las mochilas en plástico, y ya listos pasamos a embarcar en la larga cola.
Nos hicieron quitar hasta los zapatos y después pasar por el detector de metales. Cuando pasé yo sonó fuertemente… pasé como dos o tres veces hasta que deduje que serían los aros metálicos del sujetador los que hacían sonar al detector. De allí pasamos al típico pasillo hecho por cintas que te hacen dar tantas vueltas hasta llegar a los mostradores donde sellan los pasaportes.
No nos esperábamos el impuesto de salida del país de 26$ por persona, creo que eso fue ya el primer vaticinio de nuestra accidentada vuelta, no nos pasó nada grave pero sí fue un cúmulo de incomodidades que hicieron nuestro regreso aun más pesado y largo.
Ya en el avión no funcionaba la conexión de audio de nuestros asientos, así que no pudimos escuchar música ni ver ninguna película. ¡Fueron 11 horas larguísimas! La tripulación en un principio se hacían los tontos, pero después de tanta insistencia de los veinticinco afectados nos dijeron que lo sentían y que nos compensaría de alguna manera la compañía.
¡Mentira!, pasado más de un mes y tras formular una queja solo recibí una disculpa, de esas que son esquematizadas y despersonalizadas. Desde aquí tirón de orejas para Iberia.
Cuando llegamos a Madrid recogimos nuestras cosas lo más rápidamente posible para tomar el metro que nos llevó hasta la estación de tren. Después de una cola de más de una hora en las ventanillas ¡No había ningún tren con plazas libres hasta el día siguiente! Así que tuvimos que tomar de nuevo el metro para ir a la estación de autobuses. Una vez allí y después de otra larga cola, pudimos comprar el billete de vuelta para salir cuatro horas más tarde en el autobús Madrid-Valencia. Esto implicaba que si se retrasaba y llegaba tan solo un cuarto de hora tarde (22:15) no podríamos coger el tren de vuelta a casa.
Como era previsible llegamos tarde, mi prima y su marido tuvieron que venir a recogernos a la estación de autobuses de Valencia y llevarnos hasta casa.
En el trayecto de la vuelta a casa (70 km) les fuimos contando las mil aventuras que habíamos vivido y el montón de sueños que habíamos hecho realidad, como el nadar entre corales y con peces de colores en la segunda barrera de coral más grande del mundo en Bocas de Toro y que todos los días que pasamos en Panamá veíamos la puesta de sol desde un bar-embarcadero en la Isla de Bastimentos.
De lo bonita que es Nicaragua y lo cariñosa que es la gente con los españoles, volviendo completamente enamorados de la Isla de Ometepe, de lo mucho que disfrutamos viendo el volcán Masaya o viendo desovar las tortugas el día de la gran arribada en la playa La Flor.
De lo bien que lo pasamos visitando un cafetal con un montón de monos sobre nuestras cabezas en la Finca Magdalena, también visitando las ciudades coloniales de León y Granada.
Jose bromeaba comentándoles a mi prima y su marido que en El Salvador fui como una niña con zapatos nuevos en la visita a Joya de Cerén, que nos compensó visitar una ciudad tan peligrosa como es San Salvador, sobre todo por la noche y que contrastaba con la amabilidad de las personas que nos encontramos en el bus, restaurantes, etc.
Les hablamos de la increíble biblioteca-escalera de las ruinas de Copán en Honduras de sus estelas enormes y de la diarrea que sufrimos pero que afortunadamente no nos impidió ver Copan Ruinas y Pueblo.
De como disfrutamos las dos noches que dormimos en la Selva de Petén y de lo altos que son los templos de Tikal. Que Guatemala nos pareció un país increíble.
De lo bonita que nos pareció la ciudad de Antigua, de lo auténticamente maya que nos pareció el mercado de Chichicastenango y del bello Lago Atitlán, y si podíamos, también repetiríamos.
De que Costa Rica tiene una infraestructura turística muy buena que te permite disfrutar de la naturaleza y de la selva, aunque en algunos lugares están un poco masificados por norteamericanos.
De que pudimos visitar con un guía la selva de noche y de día, y pudimos observar el vuelo del quetzal que nos pareció precioso.
Mi prima Mari Carmen y Jose Ramón su marido nos escuchaban embobados, y deseosos de poder ver el vídeo familiar con todo lo vivido…. para eso está también la familia y amigos, para ver lo vídeos caseros…
NOTAS VIAJERAS
Es posible que en otra ocasión después de un viaje tan largo pasemos la noche en Madrid para evitar este tipo de problemas.