La playa de La Flor en Nicaragua, es uno de los pocos lugares de desove que quedan en el mundo. En la reunión a la que nos obligaron a asistir antes de ir a ver desovar las tortugas, el en Hotel Casa Oro, nos pusieron un documental para concienciarse. Primero lo pasaron en español para los seis que hablábamos español y luego en inglés para los demás asistentes, algo más de veinte personas.
También nos informaron de que vendían camisetas, llaveros, peluches, etc, y cuya recaudación estaba destinada a la ayuda para la conservación de su refugio.
Nos dijeron que aun no se había producido la gran arribada, pero podríamos tener suerte y ver también el nacimiento de algunas tortuguitas. ¡Desde luego con linterna! Porque de noche es la única forma de ver a no ser que haya luna llena… Una vez en la playa te das cuenta del negocio que tienen montado, pero vayamos por partes y no adelantemos.
Dijeron que estaríamos un mínimo cuatro horas, a no ser que coincidiéramos con una gran arribada y hubieran demasiadas tortugas y las pudiéramos molestar. Finalizada la charla nos presentaron a la guía, una nicaragüense, y a continuación nos dijeron que el transporte ya había llegado.
Creíamos que sería una reunión corta, la típica para indicar las normas, y nos iríamos en seguida. Pero no fue así: salimos ya de noche, una noche de casi Luna Nueva cuando se veía menos que “Pepe Leches” y más aún, cuando el objetivo de la excursión era ver… Claramente era un servicio hecho para norteamericanos mochileros idealistas y surfistas.
En frente de la puerta estaba el camión. Nos abrieron las lonas y subimos por la parte trasera y una vez arriba vimos nuestros caros asientos de madera:
Dos bancos de tablones de madera y soldados al suelo del camión, sin ningún acolchado o cojín. Los asientos para un parque están bien, pero no para ir sentados sobre ellos por caminos de tierra llenos de baches. Fueron muy incómodos y demasiado duros, saltando constantemente sobre ellos cada vez que cogíamos un bache, que fueron muchos.
Como era de prever, después de más de media hora por un camino lleno de baches llegamos a la playa muy doloridos y con leves moratones o molestias que durarían días, en espaldas, piernas y culete. Lo pasé verdaderamente mal. Pese al incómodo transporte el ánimo seguía bien en alto.
Llegamos a la casa de los guardias del parque la trentena de personas que éramos, y una vez estuvimos todos reunidos resguardados de la lluvia, que empezó unos minutos antes de llegar, la guía empezó con todas las recomendaciones. Creíamos que habrían dos guías: en español e inglés, pero no… era la misma guía para el numeroso grupo y daría las explicaciones en inglés y en español.
Nos indicó las mismas normas que vimos en el documental… que no utilizáramos linternas de luz blanca, ni hiciéramos fotos con flash, porque las luces brillantes las desorientaban y eso provocaba que no desovaran, y además que ya no volvieran más al lugar.
Era evidente que éramos un grupo demasiado grande, así que Jose y yo acordamos separarnos cuando llegáramos a la playa, el grabaría en vídeo y yo por mi parte haría las fotos que pudiera. Hasta entonces habíamos huido de este tipo de excursiones en plan masivo para turistas, porque suelen ser más caras que si se va por cuenta propia, y además se ve poco y mal. Pero bueno, ¡era lo que había!
Nuestra amable guía nos dijo que fuéramos por un senderito totalmente a oscuras y pegados los unos a los otros y sin salirse, porque cuando habían muchas tortugas se veían obligadas a salir a bastante distancia para desovar, y que por favor nos fijáramos por donde pisábamos una vez en la playa. Estaba tan oscuro que era fácil perderse.
¡Aquello fue un verdadero caos! La guía intentaba alumbrar con una pequeñísima linterna roja que apenas iluminaba mientras caminábamos por el sendero. Cuando el primero paraba, chocábamos unos contra los otros, ¡si no me dejé la nariz fue porque caminábamos muy lentos! Resultaba algo cómico pero ya empezaba a notarse que la gente estaba molesta con la situación.
La guía nos confesó antes de irnos que si había mucha gente solían haber dos guías, pero según parece para Casa Oro veinte personas eran pocos para dos guías… Imagino que tendrían que ser dos o tres camiones con más de sesenta personas. No quiero ni pensar qué podría ser aquello: más pisotones y empujones en la oscuridad y muchas personas muy enfadadas…
¡Y por fin llegamos a la playa! Habían tortugas por todas partes y teníamos que ir con mucho cuidado para no pisar o tropezar con las enormes tortugas. ¡Era el día de la gran arribada, qué suerte habíamos tenido!
Estábamos todos muy excitados y conscientes de lo privilegiados que éramos por estar allí. Pero como era de esperar, a los pocos minutos ya hubo los primeros enfados, pues el grupo era demasiado grande.
Si la guía hablaba en español, las personas de habla inglesas protestaban porque se perdían mucha información de aquel hermoso acontecimiento, y si hablaba en inglés protestábamos los hispanohablantes porque no nos enterábamos de nada; de hecho las explicaciones en inglés eran más extendidas, pues ellos eran más.
La guía se arrodilló junto a una tortuga al pie del nido, e intentado no molestarla y con su pequeña linterna, iluminaba al tiempo que nos explicaba que una vez iniciado el proceso de desove, continuaría hasta finalizar ignorando nuestra presencia. No se podían tocar los huevos, puesto que podíamos contaminarlos y luego se extendería a los otros (al igual que un cesto de manzanas con una sola de ellas podrida). Además, podíamos contraer salmonella si después de tocarlos con las manos luego nos tocáramos la boca.
¡Éramos tantos en la oscuridad rodeando a la pobre tortuga desovando, que apenas veíamos algo con aquella pequeña linterna de luz roja a no ser que lograras estar delante!
Los empujones y falta de educación fueron la tónica, era de esperar con tanta gente… Los de delante no cedían el paso a los de detrás, y la guía no sabía poner orden. Imagino que para ella sería horrible, se la veía muy incómoda en aquella situación y era evidente que le superó.
Después de las primeras explicaciones alrededor de dos tortugas que desovaban y otras dos que sellaban sus nidos, las iluminaba con objeto de que todos lo pudiésemos fotografiar, cosa que ya habían logrado todos menos yo.
Era evidente que iba a ser complicado, habían unos cuantos niños de entre ocho y doce años a los que fotografié sus cabezas en varias ocasiones, y además me dieron más de una patada cuando se abalanzaban sobre la arena bruscamente, sin miramiento alguno de ellos o sus padres; sobre todo el mayor que se tiraba en plancha para poder ver lo que la guía iluminaba y no perderse detalle.
Después de varios intentos sin éxito por fin logré una buena posición, la linternita llegó donde yo estaba y emocionada me disponía a fotografiar el evento. ¡De la nada salieron mas cámaras y cabezas pequeñas que ocupaban toda la visión!
Ya a esas alturas no pude más, estaba muy cansada y aun más enfadada, por lo que protesté enérgicamente a la guía, y al final logré hacer algunas fotos en las que capté el desove de una sola tortuga, y cómo no, más cabezas.
La playa estaba muy oscura y habían varios grupos más con guía en la playa. No se lograba ver con la luz existente las tortugas anidando, sino bultos por todas partes; si nos acercábamos mucho se adivinaba que eran tortugas, pero lo que se dice verlas, solo se lograba verlas al iluminar el suelo en una noche tan oscura. Era evidente que no iba a poder observar mucho y menos obtener más fotografías con mi grupo, y así que me pegué a otro grupo de cinco personas con guía que hablaba español.
Observé entonces, sin empujones ni pisotones ni codazos, a una hermosa tortuga desovar. Poco después nos reunimos Jose y yo e intentamos disfrutar de aquella maravilla que la naturaleza nos brindaba.
Nos sentíamos privilegiados de estar allí, a pesar de la mala organización.
Nunca olvidaremos a las tortugas en la playa, cómo se desplazaban por la arena, el sonido que producían con las patas traseras aplanando la arena sobre sus nidos, el balanceo de sus cuerpos sobre el terreno contiguo al nido para así despistar a los depredadores, aquel olor de brisa marina y rumor del agua. En cuanto apenas llevábamos media hora, le llamaron a la guía por teléfono para decirle que el río estaba creciendo mucho y teníamos que volver…
Aquello fue el acabose, hubo un aluvión de protestas, pero según parecía las torrenciales lluvias habían hecho subir el nivel del río que teníamos que vadear con el camión y podíamos quedarnos allí incomunicados un par de días hasta que el caudal nos permitiera pasar.
Frustrados y enfadados nos fuimos de nuevo a nuestros saltarines asientos… La gran mayoría esperaba algún tipo de compensación, pero no la hubo. Cuando llegamos a San Juan, había dejado de llover. Regresamos a nuestro hotel, y resultó que muy cerca de allí había una discoteca… Escuchamos la música hasta el amanecer, pero logramos dormir pues estábamos muy cansados.
A la mañana siguiente, después de desayunar cogimos un taxi comunitario que nos llevó al puerto de Rivas en el que llegamos a ser hasta siete dentro del taxi, eso sí, bien arrimaditos con todos los perfumes mezcladitos.
Deseo haberte hecho pasar un ratito agradable de lectura y que continúes leyendo el siguiente articulo Dirección a la Isla de Ometepe en el lago Nicaragua, si quieres comentar o hacer alguna aportación, será muy bienvenida.
¡Gracias y felices viajes!
NOTAS VIAJERAS
- No recomendamos la observación de tortugas con el Hostal Casa Oro, fue pésimo el servicio que nos dieron.
- Ya con la experiencia, recomendamos a los viajer@s que contraten los servicios de un taxi 4×4 antes de anochecer, en Rivas o en San Juan del Sur y que les lleve a la playa de La Flor para ver desovar a las tortugas.
- Las primeras tortugas empiezan a arribar desde primera hora de la mañana, a medida que avanza el día van disminuyendo en número, para luego ir aumentando según avanza la tarde-noche.
Información adicional
-
Reserva Natural Playa La Flor (Pincha aquí).
-
Un poco de información sobre las Tortugas Marinas (Pincha aquí).
MAPA INTERACTIVO
2 comentarios
He leído con mucho cariño tu detallado relato. De todo, me quedo con la siguiente frase: «Nos sentíamos privilegiados de estar allí, a pesar de la mala organización»-Una experiencia inolvidable la que vivisteis. Saludos cariñosos, amigos mochileros.
Autor
¡Muchas gracias!
Un gran abrazo