Tras salir del palacio, fuimos al Hipódromo Romano que está muy cerca en la plaza Sultán Ahmet (Sultanahmet Meydanı). Es una gran explanada ajardinada, donde se puede ver un pedazo de historia, del que un día fue el hipódromo romano más grande del mundo. Allí siguen heroicamente en pie los vestigios de lo que fue Constantinopla: el Obelisco de Teodosio, la Columna Serpentina, la Fuente Alemana y la Columna de Constantino.
Toda gran ciudad helénica, romana o bizantina, tenía su hipódromo donde se hacían carreras de caballos y de carros. El origen de la palabra hipódromo viene del griego: hippos (‘ιππος) que significa caballo y dromos (δρομος) que significa camino.
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El Obelisco Egipcio de Teodosio (Dikilitaş):
Del siglo XV a.C., con sus 3.500 años es el monumento más antiguo de Estambul. Fue construido por el faraón Tutmoises III, como conmemoración por su victoria en Mesopotamia. Está hecho de granito rosa de Asuan y pesa alrededor de 300 toneladas. La altura actual del obelisco es de 20m. Theodosios, el emperador Bizantino, lo transportó desde el mismísimo Templo de Amon de Karnak en Luxor. Para facilitar su traslado tuvieron que cortar un 40% de su tamaño por la parte inferior. Su tamaño original era de 32,5m.
La Columna Serpentina (Yilanli Sütun):
Es el segundo monumento más antiguo del hipódromo. En el 479 a. C. fue transportada por Constantino el Grande desde el templo de Apolo en Delfos, Grecia. Conmemora la victoria de las ciudades griegas contra los persas en Platea.
Originalmente era una espiral de tres serpientes entrelazadas, en cuyas cabezas sostenían una caldera de oro; la caldera de oro se perdió antes de trasladarla a Constantinopla.
En su origen medía 6,5 metros de altura, hoy en día es de 5 metros.
Las cabezas de serpiente fueron dañadas por los otomanos; una de ellas fue recuperada en 1847 y se expone en el museo arqueológico de Estambul, la otra, cómo no, en el Museo Británico. Fue utilizada como surtidor de agua durante la época bizantina.
La Columna de Constantino (Orme Sütun):
Está en la parte sur del hipódromo, que era el centro de la plaza. Fue construida por el emperador Constantino VII, llamado “Porphyrogennotos” en homenaje a su abuelo Basilius I. Mide 32 metros.
Es de piedra, pero estaba recubierta de cobre y bronce; estas placas de bronce fueron arrancadas durante la Cruzada Latina a principios del siglo XIII, y con ellas acuñaron monedas.
La Fuente Alemana o Fuente Del Emperador Guillermo II:
Es el último y el más nuevo de los monumentos del hipódromo. Donado al sultán Apdülhamit por el Kaiser para agradecerle su hospitalidad durante su visita a Estambul en 1895.
El diseño es del Kaiser. Fue enviada a Estambul en tren y montada en la plaza de Atmeydanı.
La fuente Alemana es el símbolo de una profunda amistad iniciada en aquella época.
De allí nos fuimos a ver la Mezquita Azul, la palabra que la define es: impresionante, por sus dimensiones y el color azulado predominante del interior.
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Después nos dirijimos a la zona de la calle İstiklal. Cogimos primero el tranvía para cruzar el puente Gálata. Al salir del tranvía se encuentra la parada del funicular subterráneo, y también el tranvía nostálgico, que tomamos para llegar a la Plaza Taksim dando un paseo por el emblemático Barrio La Pera; que después de la fundación de la república turca se cambió al nombre de Beyoglu.
La calle principal se dejó de llamar La Gran Rue de Pera para llamarse Ístiklal Caddesi.
La calle Ístiklal tiene 1.4 kilómetros de largo y en ella se encuentran tiendas de ropa, bazares, zapaterías, tiendas de deporte y de música, cines, teatros, bares, restaurantes, cafeterías, librerías, dos iglesias católicas y muchos locales más en las calles aledañas. Por la noche hay un enorme ambiente nocturno en los bares y discotecas abiertas hasta las primeras horas de la mañana. En un día de fin de semana está concurrida por casi 3 millones de personas.
En nuestra última noche quisimos cenar en algún restaurante o bar del Puente Gálata. Nos costó decidirnos pero finalmente nos quedamos en Yeni Galata Köprüsü donde había música en directo. ¡Fue un acierto! Después de pedir la cena, un grupo muy animado que estaban cenando y no parecían turistas, se levantaron y se pusieron a bailar, el resto, la gran mayoría turistas, los mirábamos posiblemente con envidia, el camarero al ver lo mucho que estaba disfrutando de la música, vino hacia mí y me dijo “Sultana ¿quieres bailar?” no lo dudé ni un instante y le dije que sí. Me llevó con el grupo que bailaba y Jose se quedó alucinando viéndome brincar junto con el grupo, que me enseñaba cómo se bailaba la música tradicional que tocaba un dúo de músicos. Cuando el camarero sirvió la cena regresé con Jose. ¡Fue genial! La mejor despedida posible de una de las más hermosas ciudades que he visitado.
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NOTAS VIAJERAS
En la gran mayoría de locales en Turquía, es complicado encontrar baños con taza…. a excepción de los hoteles y restaurantes, en locales y bares lo habitual son del tipo «agujero». Cuando te acostumbras, no resultan tan incómodos.