Flores y Santa Elena son dos pequeños pueblos, el primero situado en la isla del mismo nombre dentro del lago Petén Itzá, y el segundo en la orilla del lago, comunicados por un puente. En los dos pueblos suelen hospedarse los visitantes que van al Parque Nacional Tikal.
Al parque la gran mayoría vamos por la mañana cuando lo abren, porque por la tarde-noche se cierra y no se puede pasar porque está custodiado por la policía para la protección de su fauna.
Dentro del Parque hay tres hoteles con muy pocas plazas que se suelen agotar enseguida, nosotros reservamos tres noches. Teníamos previsto llegar ya de noche, y como el parque estaría cerrado la primera noche la pasamos en Flores. ¡El día siguiente iba a ser nuestro gran día… una de las estrellas del viaje: hacía meses que habíamos pagado las dos noches de hotel en el parque y ¡estábamos impacientes de entrar a Tikal!
Tikal se encuentra dentro de una Reserva de la Biosfera con más de dos millones de hectáreas, que se extienden entre tres países: México, Belice y Guatemala.
Y por fin amaneció, después de desayunar fuimos en un tuc-tuc (un moto-taxi de tres ruedas) para hacer algunas compras en el supermercado local y sacar quetzales en el cajero automático.
Después salimos en un minibús hacia el añorado Tikal.
50 son los kilómetros a través de una buena carretera, primero bordeando el lago Petén Itzá y luego a través de la frondosa selva con sus graciosas señales que llevan hacia el parque, aunque sólo me dio tiempo para fotografiar algunas.
Pasamos un control a la entrada al parque.
Los últimos kilómetros se recorren a una velocidad limitada, mientras varias señales de tráfico advierten del cruce de animales salvajes.
Tikal es mucho más que un parque arqueológico al uso ¡Es naturaleza en estado puro!
La selva es impenetrable si intentas salir de los senderos, árboles gigantescos, animales salvajes como pisotes, zorros, monos aulladores, loros, tucanes y otras aves, que son muy fáciles de avistar en cualquier momento.
Se escuchan los monos que nos iban siguiendo con curiosidad desde las alturas, pisotes que se acercaban intentando robarnos la comida, incluso vimos una boa constrictor tragándose un sapo como un puño.
Existe una reducida población de jaguares, pero éstos son muy difíciles de encontrar.
Por otra parte, además de la contemplación de los imponentes templos mayas engullidos por la selva, se tiene la posibilidad de escalar estos rascacielos mayas. ¿Qué más se puede pedir? Es como un parque temático, sólo que todo es de verdad de la buena, se puede tocar la Historia y oler la Naturaleza.
El Parque Arqueológico de Tikal era el punto más alejado de nuestro viaje por Centroamérica. Para asegurarnos plaza dentro del parque, habíamos reservado varios meses antes en el Hotel Jaguar Inn Tikal, ya que al estar situado dentro del Parque las plazas son limitadas por su privilegiado emplazamiento.
Lo primero que hicimos al llegar fue acomodarnos en una amplia habitación de uno de sus bungalows, con su propio porche equipado con hamaca y rodeado de un bonito jardín.
Pasadas las tres de la tarde, puedes comprar la entrada al parque con fecha del día siguiente, según parece, es una promoción para que los visitantes se queden en el recinto más de un día: así pues, la entrada en realidad es válida para un día y medio.
Deseo haberte hecho pasar un ratito agradable de lectura y que continúes leyendo la siguiente articulo en la que visitamos el Sitio Arqueológico. Si quieres comentar o hacer alguna aportación, será muy bienvenida.
¡Gracias y felices viajes!
NOTAS VIAJERAS
- El hotel Jaguar Inn en Tikal, Guatemala: Su ubicación es excepcional, en pleno Parque. La verdad es que no es caro para lo que se ofrece: amplias habitaciones en bungalows con ventana panorámica a los jardines en medio de la selva, porche con sillón y hamaca, camas grandes, y un buen servicio. Nunca querrías marcharte.
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