A mitad de mañana nos dimos una vuelta por el tranquilo pueblo de Copán Ruinas, dos horas antes de salir hacia El Petén, la región norte de Guatemala. Después de desayunar padecimos del «Mal de Moctezuma»…
Durante un buen rato estuvimos turnándonos en el baño, al grito de “corre levanta que voy”. Afortunadamente ya veníamos preparados con el antídoto oportuno (Fortasec) y la cosa se cortó a tiempo.
Fue tremendo, el médico de Sanidad Exterior ya nos advirtió que lo más probable era que en el trascurso del mes que íbamos a pasar en Centroamérica sufriéramos alguna diarrea y que era algo normal.
Cuando nos encontramos mejor fuimos a la lavandería a recoger nuestra ropa, pero según nos dijeron no la tenían apunto por un corte de agua, no lo creímos pero no dijimos nada, recogimos las bolsas más tarde y nos fuimos al hotel a terminar de preparar las mochilas. Pensamos «Buenooo, ¡el día empezaba y continúa mal y todavía nos quedaban más de ocho horas de autobús hasta llegar a Santa Elena, sin contar con la espera en la parada de Rio Hondo para cambiar de autobús!»
La primera etapa del viaje la hicimos en un minibús, una furgoneta turística (llamada coloquialmente «intermortal»), pero en esta ocasión el conductor no era tan temerario. Salimos de Honduras cruzando la frontera, donde paramos para hacer los tramites, y continuamos el camino hasta que llegamos a Río Hondo.
Río Hondo no es un pueblo, es un apeadero de autobuses en la carretera del Atlántico, allí habían algunos tenderetes hechos de chapa metálica, donde vendían comidas populares. Yo me pedí una ración de pollo con gallo-pinto (arroz con habichuelas) en el puesto donde más gente había; por aquello de que donde compra la mayoría… el genero es bueno y barato, Jose no quiso comer nada, siguió con el suero. En teoría no era la mejor opción, tal como tenía mi tripita, pelo lo cierto es que me sentó de maravilla. Poco después de almorzar llegó nuestro autobús.
Cuando vimos el autobús de «Fuentes del Norte» que nos tenía que llevar hasta Flores se nos cayó el mundo encima: viejo, destartalado y lleno de gente.
Fueron ocho horas de viaje enlatados y dando saltos en los incomodísimos asientos de la última fila, con un calor insoportable, pasajeros sentados en el pasillo, los vendedores ambulantes que se subían en cada parada con tortas, pasteles, refrescos en bolsas de plástico… comida y bebida en general.
A Jose le tocó el asiento central del final del pasillo y corría el riesgo de salir despedido en cualquiera de las bruscas paradas o con algún bache. A mí, el ocupante de delante que me tocó en suerte muy amable no fue conmigo: el respaldo de su asiento lo tenía completamente hacia atrás, esto hacía que yo tuviera las piernas aprisionadas. Pero lo peor era que él estaba recostado en el respaldo del asiento de delante, no tenía su espalda contra el asiento. Cuando ya tenía dolores en las piernas por mi mala circulación y no podía más, le pedí que echase el respaldo del asiento hacia adelante, pero me miró como si fuera extraterrestre.
Echó el respaldo hacia delante de mala gana, pero la alegría me duró poco: al poco inclinó el asiento de nuevo para poco después incorporarse y seguir apoyado en el asiento de delante. Le volví a llamar la atención, esta vez me miró con cara de asco, imagino que por ser una mujer con carácter que le miraba directamente a los ojos; de nuevo echó el respaldo hacia delante. Poco después cambió de asiento, eso sí, antes de irse volvió a reclinar el asiento que se quedó vacío. ¡Impresentables machistas hay en todos los sitios!
Ya de noche, de repente el autobús salió de la carretera y entró en un camino de tierra entre campos y lleno de baches ¡Durante unos minutos todos los pasajeros estuvimos dando botes agarrados fuertemente al asiento!
Finalmente el autobús se detuvo en el camino frente a una casa y sonó el claxon; se abrió una puerta y salió una niña seguida por un perro, al tiempo uno de los chóferes sacaba del maletero a un pastor alemán que había introducido horas antes. La niña abrazó a uno de los conductores, y después del tierno abrazo se reencontraron los perros que empezaron a ladrarse, los dos conductores tuvieron que tirar de las respectivas correas de los perros y ataron al pastor alemán, la expectación era máxima. Los conductores, la niña y una señora que apareció antes, se metieron en la casa, y después de unos minutos, salieron los conductores, se despidieron y uno de ellos subió al autobús. Retomamos el camino hacia Flores hacia la carretera no sin antes tener nuestra ración de botes.
¡Aquello era increíble! Habíamos dejado a uno de los conductores en su propia casa y la gente del autobús no parecía alucinar como nosotros. Ya a esas alturas con unos asientos tan duros y después de más de siete horas de viaje que llevamos desde Río Hondo, y sin contar las de Copan hasta Río Hondo, teníamos las posaderas y las piernas desechas… Trascurridos menos de diez minutos, por fin, llegamos a la estación de autobuses de Santa Elena.
Flores y Santa Elena son dos pequeños pueblos, el primero situado en la isla del mismo nombre en el lago Petén Itzá y comunicado a tierra firme por medio de un puente que desemboca en el segundo pueblo. Los dos suelen ser donde se alojan los visitantes del Parque Nacional Tikal. Como de costumbre llegamos a nuestro destino ya entrada la noche: a Santa Elena.
La oscuridad de sus calles hizo que nos costara encontrar el hotel y ademas éramos acosados por los taxistas, terminamos por ceder a uno de ellos para que nos llevase al Hotel Jaguar Inn Flores que no encontrábamos.
Después de hacer todos los trámites para entrar en la habitación, nos dimos una ducha y creo que nos dormimos profundamente antes de poner el segundo pie en la cama, estábamos cansadísimos, fue un día muy muy largo.
NOTAS VIAJERAS
- La gran mayoría de negocios no tienen baño, salvo los restaurantes y algunas cadenas de comida. Es conveniente tener monedas para pagar y poder acceder a los baños privados. Normalmente están indicados con carteles y es fácil encontrarlos. Es un negocio, y si no pagas no te dejan entrar al baño.
- El Hotel Jaguar Inn Flores estuvo muy bien, nos gustó, pero sólo pasamos unas horas y a primera hora de la mañana después de desayunar salimos dirección al Parque a otro hotel de la misma empresa Hotel Jaguar Inn.
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