En la última oscuridad de la noche, salimos hambrientos en la lancha de Fran desde el hotel de la isla de Bastimentos, para regresar a Costa Rica. Cometimos el error de haberle pagado de antemano al gerente del hotel el desayuno del último día, y como era de esperar ¡No apareció y nos dejó sin desayunar, ni tan siquiera unas tristes galletas! Estuvimos muy enfadados y nos sentimos estafados, eso no se le hace a nadie, es ruin y miserable; la verdad es que estaba en su línea, lo vimos muy claro el segundo día de estancia, pero ya se lo habíamos pagado el primer día… ¡De los errores se aprende!
Teníamos billete de ida y vuelta para la barca de Bocas de Toro a Almirante. Al llegar al embarcadero había un guardia armado con un fusil, que no dejaba desembarcar.
Según parece el gobierno panameño había impuesto nuevas medidas de seguridad para las lanchas de pasajeros, que más de una empresa se negaba a acatar, y se declararon en huelga.
Lo cierto era que allí estaba el fornido guardia con cara de pocos amigos. Decidimos seguir nuestro camino: Fran nos propuso llevarnos con su pequeña lancha por 45 $. Aquello no lo teníamos previsto, ya que habíamos gastado más de lo esperado con las excursiones que contratamos con él.
Nos amaneció llegando al puerto de Almirante, allí descubrimos que había una empresa de transporte acuático que no estaba en huelga. Al decirselo a Fran, contestó que no sabía nada, se notó a la legua que si lo sabía. Otra mentira más para exprimirnos… es triste, pero es la pura realidad, pero bueno… también aprendimos de ello y no me parece nada vergonzoso admitir, que por tener buena fe y ser confiados nos tomaron nuevamente el pelo, eso sí, de una nueva manera.
Soy honesta, consecuente con lo vivido, al fin y al cabo se trata de que otras personas aprendan con nuestra experiencia y si nos engañaron me parece absurdo ocultarlo, pienso que admitirlo me hace más persona.
El todo es maravilloso, todo es ideal, … el postureo, lo dejo sólo para las poses fotográficas en lugares extraordinarios o verdaderos momentos felices.
Después de desembarcar continuamos por tierra de nuevo hasta Changuinola, la frontera, viajando en un destartalado taxi panameño con un simpático taxista. Estuvimos hablando de su hermoso país y de los osos perezosos, de lo lentos que se movían y que había mucha conciencia y la gente conducía con cuidado para no atropellarlos, porque están seriamente amenazados.
Desayunamos cerca de la frontera, también compramos un poco de comida y agua para el camino en la tienda local.
Cuando abrió la aduana (sí, cierra por la noche…) hicimos los trámites de visado, y de nuevo cruce por el temido puente de Sixaola.
Aunque a primera hora de la mañana afortunadamente no habían grandes camiones bananeros en la frontera, pasaron un rato después de hacerlo nosotros. Y cómo no, inmortalizamos el momento con uno de los enormes bananeros, que cabe casi justo por el puente.
Ya en lado de la frontera costarricense de Sixaola, la anécdota fue que tuvimos que esperar casi una hora a que nos pusieran el sello de entrada a Costa Rica, porque el funcionario costarricense se había dormido y llegó tarde a su trabajo.
Si nos hubiésemos ido sin poner el sello de entrada a Costa Rica, podríamos haber tenido problemas. ¡Ojito con eso! Hay que sellar la entrada y salida de un país.
Y ya finalmente en autobús, pagamos nuestros billetes al conductor, nos sentamos, y continuamos hasta nuestra siguiente parada: Cahuita, donde íbamos a hacer una parada para pasar la mañana en el Parque Nacional de Cahuita.
El viaje en autobús no se hizo muy pesado, y casi sin darnos cuenta llegamos hasta el Parque Nacional de Cahuita.
En la parada del autobús de Cahuita su amable taquillera nos hizo el gran favor de guardarnos las mochilas, y libres de bártulos, sólo con nuestras aletas y gafas de buceo bajo el brazo, nos fuimos hacia la entrada al Parque Nacional de Cahuita.
Parque Nacional Cahuita
El Parque Nacional de Cahuita en la provincia de Limón de Costa Rica está constituido por un área protegida del mar Caribe de 22.400 hectáreas y por otra de tierra con 1.068 hectáreas.
La franja terrestre es una zona selvática que se extiende a lo largo de la costa caribeña, y recorrida por un sendero que discurre a pocos metros de la playa.
Esperaba encontrarme un paraje virgen y solitario como los de Bocas de Toro, pero aquello estaba lleno de turistas y lugareños, perfectamente equipado para pasar el día. A lo largo del primer kilómetro del recorrido, habían muchas personas.
Hay bancos y papeleras cada cien metros. Tuvimos que adentrarnos un poco, en cuanto te alejas del principio del camino se pueden ver animales en las copas de los árboles.
Contemplamos varios monos de cara blanca, monos aulladores, osos perezosos, hermosas y enormes mariposas azules, y una vegetación ya de por sí exuberante, espectacular.
El bosque de Cahuita es húmedo tropical, sudamos como pollos, como vulgarmente se dice en España.
Había oído hablar de la humedad de la selva en términos de que es difícil explicar como cuesta caminar y lo que se suda, que cuando lo viviese lo entendería.. ¡Y vaya si tenia razón! No llega a ser asfixiante, pero si es agotador caminar por el sendero. Lo bueno del parque es que cerca de la playa el aire es más fresquito.
La paradisíaca playa de aguas turquesas no invitaba mucho al baño, en cuanto veías los carteles informativos de fuertes corrientes…
Las aletas y gafas de buceo que llevábamos bajo el brazo no nos sirvieron, puesto que está terminantemente prohibido entrar en el agua sin ir acompañado de un monitor ,y la verdad es que no tenía nada que ver con las aguas mansas de Panamá.
Así que tuvimos que dejarlas en la taquilla de la entrada, tal y como nos sugirieron, porque no las íbamos a usar y no tener que ir cargados con ellas.
Después del recorrido las recogimos y nos fuimos a dar un paseo y almorzar en algún local del pueblo.
En el pueblo de Cahuita, el sol quemaba y la humedad era bárbara, caminamos lenta y muy trabajosamente hasta un parque donde pudimos ver un perezoso durmiendo sobre un árbol, un viejo rastafari colocado que bailaba en la calle ¡Con la que caía!
En la terracita del restaurante de madera Bar Cocos, situado en una esquina perfecta desde donde contemplar la vida, tomamos un cebiche fantástico y un par de jugos mientras contemplamos el ambiente caribeño nativo, aunque se nos veía a media hora de camino porque éramos de los pocos blanquitos de la calle y además tostados por el sol.
Ya por la tarde subimos tomamos el autobús con dirección a San José con todo nuestro equipaje. Con sentimientos agridulces, porque allí terminaba nuestra aventura caribeña en la que nadamos entre bancos de peces y coloridos corales.
Un poco antes de llegar a San José, hubo una parada improvisada en un puesto de control, donde tuvimos que mostrar nuestros pasaportes, no hubo ningún problema y continuamos el viaje, como los vi venir, los fotografié….
Llegamos ya de noche a San José, y desde la estación de autobuses tomamos un taxi para regresar a la «casita de Barbie» para dormir y salir al día siguiente pronto hacia Nicaragua.
Deseo haberte hecho pasar un ratito agradable de lectura y que continúes leyendo el siguiente articulo: De San José de Costa Rica a la colonial León en Nicaragüa, si quieres comentar o hacer alguna aportación, será muy bienvenida.
¡Gracias y felices viajes!
NOTAS VIAJERAS
Una de las lecciones que aprendimos es la de ¡Nunca pagar por adelantado el desayuno!
La web oficial de Cahuita (pincha aquí)
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