La playa de Salinas Grandes es una franja de costa del Océano Pacífico situada al noroeste de Nicaragua en la que la playa es prácticamente virgen. El nombre de Salinas Grandes no es casual, ya que en las salinas trabajan de forma directa o indirecta los habitantes de la zona.
Salinas Grandes está a tan sólo una hora de coche desde Managua, y muy cerca de León. La playa es popular entre los aficionados al surf porque las olas son del tipo tubiera o tubo. Otro de los atractivos es la cercana Reserva Natural Isla Juan Venado, un rico ecosistema gracias a los manglares donde hay abundante fauna marina; además el agua dulce de la desembocadura de los ríos Chiquito y Salinas Grandes lo convierten en el hogar de multitud de especies de lagartos, peces, aves migratorias, además de tortugas marinas paslama, carey y tora en serio peligro de extinción.
Ariel, uno de los hermanos de Carolina, y su mujer tienen un alojamiento en primerísima linea de playa: Somar Lodge, un terrenito con varias cabañas, cocina, porches con sillones y hamacas para disfrutar de la playa y relajarse.
Procedentes aquella mañana de San Jorge, el autobús nos dejó en la puerta de la urbanización donde vive mi amiga cerca de Managua. Le dijimos al revisor a qué número íbamos de la carretera de Masaya, y nos paró en la misma entrada, algo impensable en España ya que las paradas están establecidas.
Ana Carolina nos recibió con gran alegría, después de comer nos fuimos al supermercado para comprar las provisiones del próximo fin de semana en Salinas Grandes, y luego pasamos a saludar a sus padres, a los que tomamos prestado el 4×4 para hacer el viaje: una buena parte del trayecto es por un camino de tierra lleno de baches.
Cuando llegamos al alojamiento estaba hospedado allí un amigo de los propietarios: «el Flecha», todo un personaje, acompañado por su novia, el hijo de esta, su amiga que a su vez es hermana del padre de Flecha, y la hija de esta que es prima del Flecha; todos nicaragüenses menos Jose y yo.
La sobremesa fue muy agradable conversando sobre la historia nicaragüense e intentando «arreglar el mundo». Pasado un rato ellos se fueron a las hamacas para hablar de sus cosas, y después Carolina, Jose y yo dimos un pequeño paseo nocturno por la playa. Después de un buen rato nos fuimos todos a dormir.
A la mañana siguiente nos despertamos algo tarde, pero tampoco había prisa. Desayunamos y luego nos fuimos a La Ciudadela con el todoterreno del Flecha a comprar pescado fresco para la comida de ese día, ellas se quedaron tomando el sol y bañándose con los niños.
La Ciudadela es una aldea de casas prefabricadas que se construyó un par de kilómetros tierra adentro tras un tsunami que arrasó la costa de Salinas Grandes hace algunos años. Cuando llegamos allí resultó que no tenían pescado para vender, pero nos indicaron que regresáramos hacia la costa hasta la casa de unos pescadores. Y para allá que nos fuimos a por el pescado, que finalmente conseguimos comprar a unos pescadores en la misma orilla del Pacífico. Cuando regresamos se lo entregamos a Chayo: la cocinera y casera de las cabañas, para que lo preparara junto al pollo que compramos para la comida.
Ya con la compra hecha, nos fuimos a dar un paseo por la orilla de la playa. Jose, Carolina y yo nos dimos un pequeño baño y llegamos a la conclusión de que lo del Océano «Pacífico» era una broma: ¡es muy bravo y peligroso! Yo opté por salir.
Después del movido chapuzón dimos un largo paseo hasta llegar cerca de la Isla Juan Venado. Por el camino estuvimos buscando por la playa caracolas grandes, pero no encontramos ninguna, solo algunas pequeñas, vieiras y otras conchas. Como no podía ser de otra manera, las que me gustaba las iba recogiendo.
En el camino de regreso nos encontramos varias vacas en la playa, a las que inmortalicé en mis fotos.
Chayo preparó el pescado magistralmente para el almuerzo, estaba muy sabroso. Comimos todos juntos y luego la sobremesa fue muy agradable. A media tarde empezó a llover fuerte, así que decidimos regresar de nuevo a Managua, ya que al día siguiente teníamos previsto continuar nuestro viaje en dirección Monteverde en Costa Rica, nuestra etapa del viaje.
El regreso fue un poco peligroso, ya que el camino era un barrizal inundado por la lluvia que no paraba, no se veían los baches o más bien los «cráteres» que vimos el día anterior. Afortunadamente para nosotros, por el camino nos encontramos con otro todoterreno que era evidente que se conocía muy bien el recorrido y cada uno de los enormes baches. Carolina sólo tenía que seguir la misma trayectoria y maniobras de nuestro oportuno guía. Un poco antes de terminar el camino y empezar la carretera asfaltada en dirección Managua, dejó de llover.
Llegamos ya de noche a la capital, justo a tiempo para la celebración del cumpleaños de una de las sobrinas de Carolina. Unos meses antes yo había hecho de guía para ella y su familia en Valencia, España, cuando visitaron Europa durante el invierno anterior. Todos se alegraron al verme de nuevo.
La fiesta fue muy agradable, y de allí salimos ya cenados. Después de repartir besos a todos los presentes y buenos deseos, nos fuimos a dormir a casa de Carolina, aquella agradable noche fue la última en Nicaragua. Nos acostamos pronto pues teníamos que madrugar para coger el autobús en dirección a la frontera costarricense, pero eso es parte del siguiente capítulo de nuestra aventura en Centroamérica…
NOTAS VIAJERAS
- Estuvimos en Somar Lodge, teléfono +505 2220 0186. Vídeo promocional (Pincha aquí).
- Vídeo del canal Viajando por Nicaragua (pincha aquí)
MAPA INTERACTIVO